Detritus neuronales publicados para su reciclaje. Neuroecologismo desde 2002. Probablemente la única bitácora víctima de la saña de Borjamari que sigue en línea.
Hola chiquilla, al final me decidí a escribir algo en tu espacio.
No te preocupes por lo del suicidio accidental, aunque aún (y por desgracia) no te conozco demasiado sí se que eres lo suficientemente inteligente como para no cometer tan absurdo acto.
Tú que tienes tantas ganas de vivir seguro que siempre encuentras algún motivo (o a alguien, :wink:) para ello.
Besitos y no te rindas nunca ante nada.
[…] vez se me ha pasado por la cabeza que yo moriría por suicidio accidental o alguna parida así; ahora ya tengo un referente real de primera. Qué grande, David […]
No te preocupes, si te mueres de suicidio accidental, siendo tú sabremos que no sucedió porque seas idiota.
Gracias, me sirve de consuelo
Pa’ eso estamos. Por cierto, a ver cuando hablamos, que hace tiempo que no sé nada de ti.
(Ver entrada del 15 de abril :roll:).
Aunque hace 2 horas que vuelvo a estar operativa ;).
Bueno.
Pero te dejo un cuento.
Y no te hagas daño, jejeje
http://www.digifox.org/art/mini_book.php
Hola chiquilla, al final me decidí a escribir algo en tu espacio.
No te preocupes por lo del suicidio accidental, aunque aún (y por desgracia) no te conozco demasiado sí se que eres lo suficientemente inteligente como para no cometer tan absurdo acto.
Tú que tienes tantas ganas de vivir seguro que siempre encuentras algún motivo (o a alguien, :wink:) para ello.
Besitos y no te rindas nunca ante nada.
Ay, qué potito…
Ese «(por desgracia)» sobra. No creo que sea bueno conocer «demasiado» a alguien…
Pero muy potito… Touchée :cool:.
¿Y por qué no es bueno conocer a alguien demasiado?
Pauca verba…
Porque donde hay confianza da asco, hombre :mrgreen:.
¿A qué nivel te refieres?
A los encuentros en la tercera fase :idea:.
Tercera faseeeeeeee……. Eso da mucho juego
[…] vez se me ha pasado por la cabeza que yo moriría por suicidio accidental o alguna parida así; ahora ya tengo un referente real de primera. Qué grande, David […]